O Marido

18 Huid la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre hiciere, fuera del cuerpo es; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca.


28 Así también los maridos deben amar á sus mujeres como á sus mismos cuerpos. El que ama á su mujer, á sí mismo se ama.

29 Porque ninguno aborreció jamás á su propia carne, antes la sustenta y regala, como también Cristo á la iglesia;


14 No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tienes la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas?


4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha;

5 No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;

6 No se huelga de la injusticia, mas se huelga de la verdad;

7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.


22 El que halló esposa halló el bien, Y alcanzó la benevolencia de Jehová.


28 Mas yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.


3 Nada hagáis por contienda ó por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos á los otros:

4 No mirando cada uno á lo suyo propio, sino cada cual también á lo de los otros.


14 Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, la cual es el vínculo de la perfección.


5 No os defraudéis el uno al otro, á no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en la oración: y volved á juntaros en uno, porque no os tiente Satanás á causa de vuestra incontinencia.


4 Honroso es en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; ùmas á los fornicarios y á los adúlteros juzgará Dios.


15 Mirad que ninguno dé á otro mal por mal; antes seguid lo bueno siempre los unos para con los otros, y para con todos.


7 Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.


28 Así también los maridos deben amar á sus mujeres como á sus mismos cuerpos. El que ama á su mujer, á sí mismo se ama.


32 Mas yo os digo, que el que repudiare á su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.


6 Así que, no son ya más dos, sino una carne: por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre.


9 Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad, que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.


10 Mas á los que están juntos en matrimonio, denuncio, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se aparte del marido;

11 Y si se apartare, que se quede sin casar, ó reconcíliese con su marido; y que el marido no despida á su mujer.

12 Y á los demás yo digo, no el Señor: si algún hermano tiene mujer infiel, y ella consiente en habitar con él, no la despida.


15 Bebe el agua de tu cisterna, Y los raudales de tu pozo.

16 Derrámense por de fuera tus fuentes, En las plazas los ríos de aguas.

17 Sean para ti solo, Y no para los extraños contigo.

18 Sea bendito tu manantial; Y alégrate con la mujer de tu mocedad.

19 Como cierva amada y graciosa corza, Sus pechos te satisfagan en todo tiempo; Y en su amor recréate siempre.

20 ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la ajena, Y abrazarás el seno de la extraña?


18 Casadas, estad sujetas á vuestros maridos, como conviene en el Señor.

19 Maridos, amad á vuestras mujeres, y no seáis desapacibles con ellas.


25 Maridos, amad á vuestras mujeres, así como Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella,


24 Por tanto, dejará el hombre á su padre y á su madre, y allegarse ha á su mujer, y serán una sola carne.


33 Cada uno empero de vosotros de por sí, ame también á su mujer como á sí mismo; y la mujer reverencie á su marido.


15 Y si mal os parece servir á Jehová, escogeos hoy á quién sirváis; si á los dioses á quienes siervieron vuestros padres, cuando estuvieron de esotra parte del río, ó á los dioses de los Amorrheos en cuya tierra habitáis: que yo y mi casa serviremos á Jehová.


3 El marido pague á la mujer la debida benevolencia; y asimismo la mujer al marido.

4 La mujer no tiene potestad de su propio cuerpo, sino el marido: é igualmente tampoco el marido tiene potestad de su propio cuerpo, sino la mujer.


25 Por lo cual, dejada la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.

26 Airaos, y no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo;

27 Ni deis lugar al diablo.

28 El que hurtaba, no hurte más; antes trabaje, obrando con sus manos lo que es bueno, para que tenga de qué dar al que padeciere necesidad.

29 Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia á los oyentes.

30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención.

31 Toda amargura, y enojó, é ira, y voces, y maledicencia sea quitada de vosotros, y toda malicia:

32 Antes sed los unos con los otros benignos, misericordiosos, perdónandoos los unos á los otros, como también Dios os perdonó en Cristo.


19 Maridos, amad á vuestras mujeres, y no seáis desapacibles con ellas.